Judío ruso En la Rusia de antes de 1989, el comisario local llama a un judío ruso que quiere emigrar a Israel, para hacerle algunas preguntas: —¿Le hemos permitido el derecho a reunirse en la sinagoga? —No puedo quejarme. —¿Le hemos dejado vivir en paz con los otros judíos? —No puedo quejarme. —¿Le hemos permitido viajar libremente por el país? —No puedo quejarme. —¿Le hemos permitido el derecho a enseñar la Torá a sus hijos? —No puedo quejarme. —¿Le hemos permitido ejercer su profesión? —No puedo quejarme. —Entonces, ¿por qué quiere emigrar a Israel? —Es que allí sí puedo quejarme.